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domingo, 21 de diciembre de 2014

Los virus

INFECCIÓN POR VIRUS O VIRIASIS

   Seguro que, en más de una ocasión, os he dicho que el proceso agudo que padecía su hijo era una infección causada por un virus, llamándola viriasis.

   Esta catalogación equivale a decirle que la infección es benigna y tendrá un curso autolimitado, es decir que, se trate o no, se irá resolviendo por sí sola con el paso de los días. Este tipo de infecciones, a diferencia de las infecciones bacterianas o “purulentas”, no requieren de tratamiento antibiótico, puesto que éstos están destinados a eliminar bacterias y no tienen efecto sobre los virus.
   El catarro común y la gripe son ejemplos de viriasis; lo son también el sarampión, la varicela, la rubéola, las paperas y otras enfermedades muy conocidas por la población por haber sido lacras para la humanidad y ante las que sólo las vacunas han podido garantizar una protección colectiva.
El tratamiento de los procesos víricos, por lo tanto, es sólo sintomático o de soporte, es decir, se limita al alivio, en lo posible, de los síntomas molestos, como la fiebre o la obstrucción respiratoria o cierto tipo de tos no útil, etc, y al sostén nutricional y de hidratación, ante la habitual inapetencia o las pérdidas extraordinarias de líquidos por vómitos y/o diarreas, mientras se espera a que desaparezcan por sí solos.
   Pero el término benigno no significa necesariamente breve. Aunque la mayoría de las viriasis cursan con síntomas que duran entre 2 y 5 días, con o sin fiebre, existen ciertos procesos víricos que, aunque autolimitados, tienen un curso largo y/o muy molesto; tal es el caso de la varicela o la bronquiolitis o la gingivo-estomatitis (aftas infecciosas en boca) o los síndromes mononucleósicos (el más popular, la “enfermedad del beso”), entre otras.
   Algunos procesos víricos, no obstante, contribuyen a debilitar pasajeramente las defensas del paciente, facilitando la posible aparición posterior de otras infecciones. Con frecuencia éstas son también víricas e incluso, en ocasiones, se encadenan más de dos consecutivas, hecho propiciado en los más pequeños por la colectivización temprana de nuestros niños en guarderías, dando a veces a los padres la impresión de estar ante la primera infección no curada y dejando en la familia el mal recuerdo de un duro otoño-invierno que, afortunadamente casi siempre queda en eso, en un mal recuerdo, dado que las defensas y la experiencia inmunológica adquiridas por el paciente durante el mismo lo habrán robustecido notablemente para los siguientes. Pero en alguna ocasión, la infección segunda puede ser más importante por estar causada por bacterias (neumonías, otitis, etc.), que complican la evolución y que deben ser detectadas lo antes posible para su tratamiento adecuado, distinto al de la viriasis inicial.

   Esa es la razón por la que, aunque el proceso de su hijo/a sea, en un principio, claramente vírico, es decir benigno, se les aconseje que, si aparecen nuevos signos como dificultad respiratoria, irritabilidad o extremo decaimiento o manchas en piel, o si la fiebre no decrece a partir del 3º- 4º día o reaparece tras haber remitido, hagan que sea revalorado/a.


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